Friday, September 08, 2006

El Gran Tesoro


Cuentan las leyendas que en la época de la noble caballería existía un monasterio lejos del tumulto de las ciudades, en el que se custodiaba un tesoro de incalculable valor. Tan grande era la veneración que inspiraba que sólo al mas sabio de los monjes se le encargaba, como única tarea su custodia.
Un día del invierno más crudo que las crónicas recordaban el anciano Guardián del tesoro murió. Con gran presteza el abad llamo a asamblea a los más venerables de los monjes del monasterio con el fin de elegir entre ellos al hombre sabio que pudiera ser nombrado monje custodio.
Se reunieron todos en la sala capitular y, en su presencia el abad abrió un cofre en cuyo interior había otro, dentro del cual había otro...y así hasta siete cofres, que se abrieron con siete llaves de distintos metales, y en el interior del último apareció, por fin, una maravillosa caja labrada, envuelta en la mas sutil de las sedas, que guardaba el objeto de tanta veneración: un exquisito vaso de la mas fina porcelana.
Estaba cubierto de esmaltes traslucidos que producían el efecto de aguas en movimiento y de piedras preciosas de infinitos reflejos; en su interior, intangible, una maravillosa rosa amarilla flotaba como los sueños del desierto, y un halo de luz dorado surgía de él, iluminaba con calidos rayos la estancia y llenaba de reflejos amorosos los ojos de quienes lo contemplaban.
Ante el silencio admirativo de los reunidos, el abad solamente dijo:
-He aquí el Problema. Aquel de vosotros que lo resuelva será el nuevo guardián.-Y salio de la sala.
Los monjes se acercaron con cautela al vaso y lo observaron detenidamente. Unos, los intelectuales, empezaron a especular sobre el simbolismo de los grabados que en él había, sobre las formas y los colores del vaso. Otros, los devotos rechazaban la importancia de las formas y discutían acerca del mensaje oculto que la rosa amarilla podía encerrar. Y todos se preguntaban:
-¿Que hacemos? ¿Cuál es el enigma?
En ese preciso momento, uno de los monjes, que se había mantenido en silencio y apartado de los demás, se levantó de su silla. Con paso decidido, sin mirar ni a un lado ni a otro, se dirigió hacia el centro de la sala, sacó de debajo de su hábito, un grueso pedazo de madera y golpeó con todas sus fuerzas la copa, que se deshizo en mil pedazos.
Los monjes, paralizados, no pudieron articular palabra ante tan gran atrocidad. Por fin, curioso por el silencio que reinaba, el abad entró en la estancia. Observó sin decir palabra los restos del vaso y, dirigiéndose al monje que aún guardaba la madera en la mano, le dijo:
-Tú serás el nuevo guardián. Pues no importa que el problema sea la mas exquisita riqueza o el mas grande de los conocimientos, porque si un problema os hace perder la paz, hay que eliminarlo. Un problema es simplemente un problema

Reflexión:

Estas como estas porque no puedes estar de otra manera.
Cuando algo no te haga feliz, apártalo de tu vida
Tomado del libro: Lo que no se ve, Frederic Solergibert, Barcelona-2000

1 comment:

El chicharrero terrible said...

Este cuento es un gran tesoro.