Thursday, September 21, 2006

Las Dos Ranas y El Balde De Leche

Sucedió una vez que dos ranitas salieron a dar un paseo. Como hacían a menudo recorrían los prados que rodeaban su charca saltando alegremente. Hasta que un día sucedió algo totalmente inesperado: tras un salto ni mas ni menos largo cayeron dentro de un balde que el vaquero había olvidado cerca del establo y que aun guardaba bastante leche.
Al principio las ranitas no comprendían que había sucedido, incluso encontraban divertida la situación. Pero pronto se dieron cuenta que aquello se estaba convirtiendo en una trampa: por mucho que se esforzaban por salir del cubo, las paredes metálicas eran demasiado lisas y el borde quedaba demasiado alto. Y así lo único que podían hacer era nadar para no ahogarse en la leche.
Pero el tiempo pasaba y el cansancio se apoderaba de ellas.
-¿Te has dado cuenta que nunca vamos a salir de aquí?- Le dijo la ranita mayor a la mas joven- .Nuestras patitas no podrán soportarlo mucho tiempo y me temo que nunca saldremos de ésta. Moriremos aquí.
- No importa- Respondió la otra ranita-. No podemos hacer otra cosa que nadar. Nada y no te lamentes. Conserva tus fuerzas.
Y las ranitas siguieron nadando y nadando y nadando sin descanso. Al cabo de unas horas, la ranita mayor volvió a quejarse:
- Nunca saldremos de aquí, este será nuestro final. Me duelen las ancas y ya casi me es imposible seguir nadando. En verdad ha llegado nuestro fin.
A lo que la ranita pequeña respondió:
- Nada y calla; no pierdas la esperanza. Simplemente confía y sigue luchando.
Y así siguieron, nadando y nadando; pero el tiempo pasaba y sus fuerzas menguaban, pues no paraban de dar vueltas, una detrás de la otra, concentrándose en el movimiento de sus patitas y en mantener la cabeza fuera del líquido.
- No puedo mas- Volvió a quejarse la ranita mayor-. De verdad te digo que ya no puedo mas. Ya no siento las ancas, ya no se si las muevo o no. No veo bien y no se hacia donde me muevo. Ya no se nada-
-Continúa nadando-. Replico la otra ranita-. No importa como te sientas, no pienses siquiera en ello. Sigue adelante, continúa.
Sacaron fuerzas de flaqueza y siguieron nadando y nadando.
Por poco tiempo, pues la rana mayor pronto cejo en el empeño y con apenas un aliento de voz susurró:
-Es inútil. No tiene ningún sentido seguir luchando. No entiendo que estamos haciendo, por que he de seguir nadando. Nunca podremos escapar.
-¡Nada, nada! ¡Sigue nadando!
Y aun reunieron fuerzas para nadar unos instantes mas..., hasta que la ranita mayor extenuada, abandonó y murió ahogada. Y también la ranita mas joven sintió la tentación de abandonar la lucha. De dejarse vencer y acabar con aquello, pero siguió nadando y nadando, mientras se repetía a si misma:
- Nada, nada. Un poco mas, solo un poco mas. Continúa nadando. ¡Nada! ¡Nada!
Pero el tiempo pasaba y la ranita se sentía cada vez mas débil. Le dolían las ancas, todo el cuerpo le dolía pero ella seguía nadando, nadando, moviendo sin cesar sus pequeñas extremidades.
Y de pronto algo sorprendente.
Bajo sus patitas empezó a notar algo de mayor consistencia que la leche, algo sólido, así que reunió las últimas fuerzas que le quedaban, se apoyó en aquella masa y saltó... justo por encima del borde del balde, para ir a parar a la seguridad del prado.
¡Con! el movimiento continuo de sus patitas la leche había comenzado a convertirse en mantequilla! Y la consistencia de la mantequilla ofreció un punto de apoyo desde el que saltar.
Gracias a la perseverancia en su esfuerzo y a que no se había dejado derrotar por el cansancio o el sin sentido, había sido capaz de transformar una situación terrible en una ocasión de liberación.
En los momentos mas difíciles lo único que no podemos perder es la esperanza.

Reflexión:
Si pones tu corazón en tu propósito ningún esfuerzo te parecerá difícil.
Tomado del libro: Lo que no se ve, Frederic Solergibert, Barcelona-2000

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